Selma (2014)

Mi chico de rayas me ha hecho una faena. Yo le había propuesto tres ó cuatro películas entre las que escoger la sesión de esta semana y va él y me dice que quiere ver Selma. Volver al cine de biopics. Parece que se le ha olvidado el intensivo de comienzos de año. Pero como los últimos tres meses he escogido yo, no me ha parecido oportuno llevarle la contraria. Es lo que Jorge Bucay refleja como «llegar a acuerdos» en la pareja, que no «negociar». Al parecer lo de negociar está feo. Conste que yo no he leído a Bucay, pero está hasta en la sopa y es difícil abstraerse.

Como no hay mal que por bien no venga, este año puedo afirmar que he visto todas las candidatas a mejor película de los Oscars y todas las candidatas a mejor película en la modalidad de drama de los Globos de Oro. Vamos, lo que viene siendo que me dejo engañar por las productoras americanas de una forma muy obscena.

Selma_UKPoster

Ves Selma y te alegras de muchas cosas. Te alegras de ser blanca, de clase media y de vivir en un país más o menos desarrollado. Luego te pones a pensar que Estados Unidos también es, supuestamente, un país desarrollado y se te pasa parte de la alegría que es sustituída por una creciente sensación de ansiedad. Ves Selma y te das cuenta de que no están hablando de la Edad Media, sino de hace apenas cincuenta años y te acuerdas de las muertes de Eric Garner, en Nueva York, y Michael Brown, en Ferguson (Missouri) el pasado verano y la más reciente de otro joven negro en Madison (Wisconsin) hace apenas una semana y te das cuenta de que cincuenta años es un soplo de aire. Ni siquiera una generación completa.

Ves Selma y te das cuenta de que la táctica de Martin Luther King Jr. y compañeros era bastante cabrona, ligeramente en un segundo plano mientras que a sus conciudadanos negros les daban de ostias a base de bien para lograr un titular en los periódicos. Fueron unos adelantados al Trending Topic y, por suerte, les funcionó. Al menos en parte. Ves esos golpes y se te encoje el estómago por el dolor ajeno y por el asco.

Ves Selma y te encandilan los discursos, aunque luego te enteras de que fueron parcialmente redactados por la directora Ava Duvernay porque los derechos de los discursos originales son propiedad de otros estudios cinematográficos y entonces te planteas cuánto de lo que te están contando es verdad y cuánto inventado. Aunque la verdad, sólo que sientas la necesidad de planteártelo ya merece la pena.

La película tiene altibajos importantes, como la relación entre Martin Luther King y su mujer, que es prescindible y no aporta nada interesante. Tampoco los discursos gozan siempre del dramatismo que merecen.

Para mi, Tim Roth será siempre el botones de Four Rooms, pero aquí es un malo tan malo que dan ganas de tirarle piedras a la pantalla. Y está muy mayor –siempre tengo la impresión de que los actores no deberían envejecer y siempre me sorprendo porque lo hagan–.

Ves Selma y te dan ganas de verla otra vez. Y eso no pasa mucho.

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