Carmina o Revienta (2012)

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Carmina es una señora de 58 años que regenta una venta en Sevilla donde se venden productos ibéricos. Tras sufrir varios robos y no encontrar el apoyo de la aseguradora, inventa una manera de recuperar el dinero para sacar a su familia adelante. Mientras espera el desenlace de su plan reflexiona en la cocina de su casa sobre su vida, obra y milagros.

El escritor que empieza su andadura en la literatura habrá escuchado ya un millón de veces eso de «escribe de lo que sepas». Pues Paco León bien se ha aplicado el cuento y en Carmina o revienta habla de lo que sabe: de su madre. O, más bien, deja que su madre se coma la pantalla en un ejercicio que es de difícil categorización.

¿Estamos ante un falso documental? ¿Un docudrama? ¿Ficción pura y dura? La verdad es que poco importa cuando el resultado fuciona. Y funciona, sí. Puede que no para todo el mundo, puede que quienes prefieran el cine de bombo y espectáculo, de Casas Blancas que explotan –en plural, porque explotan muchas en muchas películas pero luego no me toque usted mi gran casa presidencial o la vamos atener—, puede, decía, que esa gente no encuentre en Carmina o revienta más que un bodrio melodramático de tintes intimistas grabado en dos semanas y donde la mitad de la acción sucede en un bar que, en el mundo real, tiene el mismo nombre que la película. No sabemos si por falta de presupuesto o por homenaje.

Pero a mí me funciona porque en Carmina veo a las mujeres de mi familia y a tantas otras mujeres de entornos más rurales que urbanos que han aguantado, con dignidad, sosiego y unas cuantas dosis de picaresca y mal humor, todo lo que la vida ha querido echarles encima. Todo lo malo, quiero decir. Carmina es individuo inclasificable y único y ejemplo de una generación. Carmina es, en cierto modo, un relato actualizado del Lazarillo de Tormes lleno de tejemanejes, de echarle mucha cara y aprender a base de tortas.

La película tiene sus buenas dosis de tragedia, pero también hay humor bañado en un acento sevillano que no siempre se entiende a la perfección pero que sirve para añadir un realismo que plantea esa duda: ¿Cuánto de lo que vemos está orquestado? ¿Cuánto es fruto de la improvisación?

En medio de este puñado de personajes que orbitan en torno a la mujer alocada y serena, fuerte y frágil, un hilo narrativo flojo pero que al menos sirve para que no se limite el metraje a una colección de anécdotas deshilvanadas. Pero es, en todo caso, un remedo de lo que importa, ese cine realista enrocado con la realidad de mucha gente que se verá reflejado en las anécdotas, los paisajes y los dramas del día a día salpicados de alguna risa histérica.

Quién tuviera una Carmina que le salve el mes.

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