To be or not to be (1942)

¿Hay algo más arriesgado que hacer una película antinazi en medio del apogeo del movimiento nazi? ¡Se necesitan bemoles! (Bemoles es una palabra preciosa, por cierto, la utilizamos muy poco).

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Hay que revisitar los clásicos. O visitarlos por primera vez, aunque a priori dé pereza. Entre las razones que se me ocurren, está que son capaces de contar una historia en noventa minutos. ¡noventa minutos! ¿Os imagináis el tiempo libre que tendréis para hacer otras cosas? Otra razón sería que la acción no es acción, es un simulacro narcotizado, pero con un toque muy resultón. ¿Os hace falta otra razón? Los fundidos en blanco. Ya no se ven fundidos en blanco. Ni películas en blanco y negro, aunque las pocas que aparecen suelen ser brillantes. Sin ir más lejos, la reciente Nebraska (Alexander Payne, 2013).

Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Varsovia, durante la ocupación alemana. El profesor Siletsky, un espía al servicio de la Gestapo, está a punto de entregar una lista con el nombre de los colaboradores de la Resistencia. Joseph Tura, actor polaco, intérprete de Hamlet y esposo de María Tura, también conocida actriz, intentará evitarlo. Con la ayuda de los actores de su compañía, se hará pasar por el cruel coronel Erhardt y por Siletsky para entrar en el cuartel general de las SS.

To be or not to be es lo que podría llamar una comedia soft. No te ríes, pero sonríes. Eso sí, tienes que tener la mente abierta a que el humor de los años cuarenta no es el actual. Pero le da un toque de dulzura añejo que te deja con un sentimiento positivo y feliz. Tiene momentos delirantes, como la conversación entre el pretendiente de la actriz María Tura, que conoce toda su vida por haberla leído en las revistas. Vida que, por supuesto, es completa y totalmente ficticia. Es un cortejo tan infantil, que dan hasta un poco de pena, pero en el fondo es bonito —o yo soy sentimental, cualquier opción es válida–.

Otro momento de un matiz negro negrísimo: «Lo que él le hace a Shakespeare es lo que nosotros le hacemos a Polonia» (El coronel Erhardt hablando con Siletsky en relación a la interpretación de Joseph Tura en Hamlet). Así, con mala leche, muy mala leche. En la misma línea: «Le llaman Erhardt, el del campo de concentración. Ja,ja, así es. Nosotros ponemos la concentración y los polacos ponen el camping». Perdonadme la traducción, que es regulera, pero creo que se entiende el tono.

Pues así toda la película. Pequeños apuntes humorísticos, mucho cartón piedra y decorados pintados, que tienen ese mismo tono de falsete que logra Hitchcock en sus películas, pero que te da lo mismo porque lo que te importa es la historia.

En fin, que la película fue muy criticada porque por aquel entonces todavía no se sabía cuál sería el resultado de la guerra. En España no se criticó, más que nada porque Franco la prohibió y no se exhibió hasta los setenta en los cines «de arte y ensayo» (¿esos eran los porno? ¡Que no! Eran las salas que optaron por recuperar películas no estrenadas anteriormente o que habían sido dobladas «a su manera», es decir, obviando o cambiando todo aquello que no gustaba). Ahí, compitiendo con clase con La guerra de las galaxias, El exorcista y Alien entre otras. Vale, también con la primera de Mad Max, ¡qué manía le he cogido a Mad Max últimamente!

Un aspecto curioso: ¿a qué viene esa obsesión de matar a Hitler en un teatro (véase Inglorious Basterds, Tarantino, 2009)? Esto tiene alguna relación judeomasónica con Lincoln, pero no acabo de vislumbrarlo. Os mantendré informados.

La película: muy recomendable, por supuesto. Me da que con mis comentarios no queda claro el tema.

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