Minions (2015)

¡BANANAAAAAAA!

No es un gran saludo, lo admito. Pero despierta una sonrisa.

Hemos tenido mucha suerte al ver esta película en una sesión en la que no habría más de un puñado de niños. Aunque había una enana que valía por veinte: según entramos en la sala, oímos un «mira papá, ya no estamos solos», seguido de un «¡y son mucho más altos que nosotros!».  Al padre se le notaba totalmente adaptado a la espontaneidad de su hija. Claro que no es lo mismo decir que somos altos que soltar un «mira qué gorda es esa señora». El contenido lo cambia todo. En fin. Lo importante es que, a la hora de comenzar la película, consiguió que estuviera tranquila y callada todo el rato. Casi nos dieron ganas de invitar al progenitor a una cerveza o algo.

minions poster

A lo largo del tiempo, los Minions han ido sirviendo a los más despreciables villanos. Después de que muchos de ellos fueran muriendo accidentalmente, los Minions se encuentran ahora sin un amo al que servir, y caen en una terrible depresión. Un día, Kevin decide embarcarse junto al rebelde de Stuart y al adorable y pequeño Bob en la búsqueda de un nuevo amo malvado al que seguir junto a todos sus hermanos; y en una convención de super villanos encuentran a Scarlet Overkill, la primera super villana femenina del mundo.

El primer miedo al que uno se enfrenta en una película como esta es: ¿se puede crear un hilo argumental coherente a partir de algo que hasta ese momento sólo eran gags intercalados en una historia mayor? No es lo mismo dar al público pequeñas dosis de esos personajes secundarios graciosetes (la ardilla de Ice Age o los pingüinos de Madagascar serían otros ejemplos) que convertirlos en el gran protagonista del film.

¿Funciona esto en los Minions? Pues yo diría que al cincuenta por ciento. Me ha gustado la primera parte de la película, más o menos hasta que los protagonistas llegan a Inglaterra, pero a partir de ahí creo que ya no resulta tan efectiva ni tan graciosa. Al fin y al cabo, los Minions no son ¿bichitos? ¿animalejos? ¿seres? ¿píldoras amarillas gigantes? de acción, sino que más bien se dejan llevar por las circunstancias —circunstancias que, por otra parte, suelen acabar en golpes, tortas o batacazos—. Eso dificulta el planteamiento, porque se supone que son ellos los que toman las decisiones y, en general, nada más alejado de la realidad.

La película es claramente infantil —lejos de los mensajes para adultos más propios de la factoría Pixar—, pero hay tal cantidad de referencias históricas de las que un niño no será consciente sin la oportuna explicación y que sólo pueden ser entendidas por un adulto, que me deja la duda de a quién quieren dirigirse. De hecho, ni siquiera estoy segura de si un niño llega a entenderla o si sólo disfruta de los golpes y demás —tendría que haberle preguntado a la enana sincera del principio—. Es decir, es demasiado simple para un adulto pero demasiado compleja para un niño.

Me encanta el lenguaje Minion y cómo consiguen hacerse entender en todos los países sin necesidad de variar la fonética de uno a otro. Vale, no todo se entiende (el discurso de Bob es un galimatías que vete tú a saber qué querían decir), pero el sentir general, pues sí.

Me encanta Bob. Vamos a ver: los minions ya son «monos» así de entrada. Pero conseguir que haya un Minion más mono entre todos los Minions monos es de un habilidoso que asusta. Quiero una figurita de Bob. Por cierto, ¿os habéis fijado en que no hay Minions chicas? —yo no, lo admito— ¿Queréis saber por que? Pues en palabras de uno de sus co-directores, Pierre Coffin: «Al ver lo tontos y estúpidos que son a menudo, no podía imaginar que los Minions fueran niñas». Ahí queda eso.

Y me encanta que en los créditos de inicio salgan los nombres de los dobladores españoles. Porque sí, en Estados Unidos la voz de Scarlet Overkill es la de Sandra Bullock, pero no se en qué nos influye eso si aquí nos la presentan doblada por Alejandra Jiménez. Si el personaje no funciona será responsabilidad de los guionistas, pero también del doblador y no creo que Sandra Bullock tenga mucho que decir en la versión hispana.

La película es entretenida, pero ni mucho menos memorable. No termina de funcionar ese cambio de píldoras a largometraje y nos deja con una cierta sensación de banalidad. Al menos los Minions siguen siendo tan entrañables al final como al principio.

Qué pena. Si en lugar de decir ¡Banana! dijeran ¡Plátano de Canarias! sería un puntazo.

Deja un comentario