Amy (2015)

No sé si es necesario que explique quién fue Amy Winehouse. Amy (Londres, 1983 – 2011) fue una compositora y cantante que se movía en los géneros del jazz, R&B y soul. Amy era una voz vieja, venida de una escuela que desapareció hace décadas, sumergida en un cuerpo demasiado joven.

Amy cartel

Amy no sólo va de su vida. El director aprovecha para criticar todo lo criticable: además de lo evidente —el abuso del consumo de alcohol y drogas—, también hay un llamamiento al control de la bulimia, de la depresión, de los trastornos psicológicos, del uso comercial que se hace del arte, de las malas artes de la prensa amarilla y cómo pueden destrozar —más aún— una vida… Porque Amy lo tocó todo en tan solo veintisiete años de vida. Y casi todo lo que tocó estaba podrido. Todo menos su arte.

Amy era una chica con muchos problemas que tenía el don de escupirlos a través de la música. Cada una de sus canciones es una historia real, su historia, y no abundan los pasajes felices. A pesar de que la familia se opuso al documental después de considerar que la imagen que se proyectaba de la artista estaba demasiado ligada a su historial de abusos, yo creo más bien que lo que les ofendió fue la imagen que proyectaban ellos: una madre ausente, cuya única aparición es para decir que su hija le había comentado que vomitar era la mejor forma de poder comer lo que quisiera sin engordar, algo que a ella no le pareció relevante; un padre cuya única preocupación parecía ser que su hija diera más y más conciertos y sacar todo el provecho económico posible, padre que evitó el primer intento de los amigos de Amy porque entrara en un programa de rehabilitación, mucho antes del boom que supondría Back to Black (I ain’t got the time; And if my daddy thinks I’m fine; He’s tried to make me go to rehab; But I won’t go, go, go). A esto podemos sumar un manager que da vergüenza porque lo que hace es todo menos protegerla y un marido que permanece junto a ella mientras que pueda obtener algo de provecho y luego si te he visto, no me acuerdo.

Por suerte, en contraste, se nos ofrece la imagen de Amy cantante, Amy compositora, una persona que cuando conseguía aislarse de este entorno tóxico y concentrarse en lo que de verdad le importaba, la música, era capaz de lo más grande. Y no hay artista en el documental que no se lo reconozca.

Amy iba de chica dura, con esa imagen de barrio bajo londinense hortera —no pude desconectar de la imagen de Geordie Shore ni por un instante. Si no sabéis de lo que hablo, mejor—. Pero lo que refleja era un nivel de ingenuidad y falta de confianza enorme, devastador.  Y un corazón demasiado enamoradizo. El triunfo de las emociones sobre la mente en todo momento.

El documental está doblado. En serio. Me parece una absoluta chapuza. ¡Por favor! ¿Quién va a ir a verlo? Pues gente que ve documentales —esa gente— y algún hipster perdido. Para el público hispanohablante era una oportunidad excepcional —vale, sí, tenemos YouTube, en qué estaría yo pensando— de oírla hablar de sus relaciones, de su proceso creativo, de sus adicciones… y en lugar de eso lo que escuchamos es una voz neutra y carente de sentimiento —a lo mejor Amy tampoco es que tuviera unos matices interpretativos de la pera, pero eso ya no lo sabremos ¿verdad?—. En mi opinión ha sido una auténtica cagada. Es una proyección de cine pequeño. Además, supongo que unos subtítulos hubieran abaratado la distribución.

Al final sales triste de la sala. No sólo porque has visto una supuesta alma fuerte resquebrajarse de todas las maneras posibles como si fuera porcelana de la cara. También porque somos almas egoístas a las que nos da lo mismo cómo fuera su vida, siempre y cuando pudiera seguir componiendo y regalándonos su voz. Y eso lo hemos perdido para siempre. Nos queda su voz grabada. Lo único bueno de los artistas que mueren es que al menos dejan algo para que los recordemos.

Yo me quedo con las dos escenas que comparte con Tony Bennett, del que se manifiesta fan desde el primer momento: en la primera, es él el encargado desde EE.UU. de anunciar que Amy ha ganado un Grammy (de los cinco que ganó esa noche). La cara de ella es algo imposible de fingir, totalmente entregada a la visión de su ídolo, sin que le importe en realidad el premio, como si el premio fuera oír su nombre de los labios de él. La segunda ocasión es la grabación del dueto entre ambos, «Body and soul», donde vemos a una Amy obsesionada por no ser lo suficientemente buena para cantar junto a él. En ambas escenas se ve lo que ella quería ser y lo que nunca pudo alcanzar.

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