Mi vecino Totoro (1988)

Sí. Pixar está muy bien. O estaba, quizás, porque últimamente, con el calendario de próximos estrenos que nos está presentando no parece haber espacio para nuevas joyas (Toy Story 4, Cars 3, Los increíbles 2…). Pero, a la hora de ver animación, de emocionarme, de quedarme encandilado desde el primer minuto de metraje… Dadme algo del Estudio Ghibli, porque eso es lo mío.

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En los años 50, una familia japonesa se traslada al campo. Las dos hijas, Satsuki y Mei, entablan amistad con Totoro, un espíritu del bosque. El padre es un profesor universitario que estimula la imaginación de sus hijas relatándoles fábulas e historias mágicas sobre duendes, fantasmas y espíritus protectores de los hogares, mientras la madre se encuentra enferma en el hospital.

Como decía. Minuto uno y ya siento la emoción que podría experimentar un niño de tres años. Algo tiene Hayao Miyazaki que puede emocionarte sin importar si tienes veinte, cincuenta o ciento treinta años. Nunca puedo descifrar a qué se debe. No es la calidad del dibujo —que es buena, está claro, pero es simple, repetitivo incluso, algo muy frecuente en la animación japonesa—. No es, desde luego, la complejidad de la trama que, en este caso, es muy escasa: una niña pequeña se pierde y la encuentran. Eso ni siquiera es destripar la historia, porque la animación del Estudio Ghibli va mucho más allá: es entrar en un mundo de fantasía que sabes que no existe pero que estarías encantado con que existiera. Y, al mismo tiempo, siempre consigue combinar ese surrealismo con una situación muy real, muy humana y anclada en nuestros sentimientos.

Con Miyazaki lloras un poquito, pero también saltas en el sofá y también te ríes —el momento paragüas es impagable—:

Solo ha he encontrado en inglés, pero es otro punto a favor: podría verla en japonés sin entender ni una sola palabra, y casi, casi, me daría lo mismo. Podría verla con el mute activado, sin sonido, y me enamoraría igual. Es mágica, es hipnótica. Es una sensación parecida a ver una película de Wes Anderson, pero reducida a algo más simple: sin con Anderson me imagino que tengo diez años, con Miyazaki me veo con cuatro o cinco.

No me ha pasado solo con Mi vecino Totoro, aunque entre las que he visto es la que tiene un argumento más infantil, al menos si la comparas con la crudeza de la obra de despedida del cineasta: El viento se levanta.

La historia, como comentaba, es muy simple: Satsuki y Mei se mudan junto a su padre a una casa de campo—atención al padre, que carece de cualquier tipo de habilidad paternal: vive en la inopia y no le preocupa en exceso no ver a su hija pequeña en todo el día, algo reservado sólo a la gente que vive en pueblos—. No quedan muy claras las razones de la mudanza, pero da igual. Su madre está ingresada en un hospital a más de tres horas de distancia. Tampoco sabemos por qué pero también da igual. Un poco de curiosidad ya tengo, ya, pero solo cabe conjeturar. La casa está pegando al bosque y en el bosque viven criaturas rarísimas, como el gatobús o el mismo Totoro, que es una de las cosas más inidentificables pero al mismo tiempo tiernas y graciosas y simpáticas que uno se podría encontrar en un bosque. ¿Qué es eso? ¿Un duende, una especie de oso, una variedad de conejo gigante? A tenor de la película, nos quedaremos con que es el espíritu protector de las niñas que hace que todo acabe muy bien. Vale, esto sí es un destripe del final pero, ¿esperabais otra cosa?

Una cosa os voy a decir: Mi vecino Totoro es una de las películas más bonitísimas y cuquérrimas que he visto. Es una película imprescindible para disfrutar.

Y necesito un peluche como para ayer. Regaladme un peluche de Totoro, leches.

Vuestro turno: ¿Habéis visto Mi vecino Totoro? ¿Os gustó? ¿Cuál es vuestra película de Hayao Miyazaki favorita? Tenéis los comentarios a vuestra disposición.

 

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