Baby Driver (2017)

Edgar Wright es, junto con Simon Pegg, guionista de tres de las películas más intrascendentes pero disfrutables: la Trilogía del Cornetto. Bueno, Bienvenidos al fin del mundo no me convenció tanto. Pero las dos primeras, no importa cuántas veces las vea, son carne de palomitas —o patatas, o nachos, o una ensaladita si os da más por lo sano; no voy a despreciar a nadie por lo que quieran comer—. Ver Baby Driver era obligatorio. Un sí o sí, vamos.

baby-driver-poster, acabo de salir del cine

Baby (Ansel Elgort), un joven y talentoso conductor especializado en fugas, depende del ritmo de su banda sonora personal para ser el mejor en lo suyo. Cuando conoce a la chica de sus sueños (Lily James), Baby ve una oportunidad de abandonar su vida criminal y realizar una huida limpia. Pero después de ser forzado a trabajar para un jefe de una banda criminal (Kevin Spacey), deberá dar la cara cuando un golpe malogrado amenaza su vida, su amor y su libertad.

Solo voy a decir una cosa: atención a este clip:

En algunos aspectos, la última película de Wright me recuerda a Tarantino: no sólo en la tipografía del título, que también, sino, sobre todo, en el uso de la música: ambos parece que construyen el guión alrededor de las canciones y no al revés. La diferencia es que, mientras Tarantino se arrodilla ante la música y es capaz de parar la acción para darle protagonismo absoluto (en Django desencadenado y en The hateful eight hay un par de ejemplos clarísimos), Wright ha conseguido algo espeluznante —para bien—: una sincronía impecable ritmo-plano que es capaz de dejar boquiabierto a cualquiera. Un ejemplo de cómo montar planos y el sonido sin que parezca que haya renunciado a nada. Un portento.

Así que no dudéis en ver la primera de esta hora bien a gusto.

¿Y el resto? Lo malo de lo anterior es que no es un truco que puedas mantener a lo largo de todo el metraje; acaba por cansar. Así que ahí sí que entra en juego el guión puro y duro (aunque en ningún momento renuncia a insertar canciones y más canciones). Y, sobre todo, el trabajo actoral, que es estupendo y que cuenta con un reparto que es sobre todo, y dado el carácter de la película, creíble: tal vez es Ansel Elgort, el protagonista, quien menos me gusta. Tampoco el siempre correcto Kevin Spacey me emociona demasiado. Pero ahí están Jamie Foxx y Jon Hamm en sus respectivos papeles de criminales pasados de vueltas, cada uno con su toque, que son una delicia.

Aún así, peca de lo mismo que otras películas de Wright: un comienzo espectacular, una idea que tiene un buen toque original, pero que, llegados a cierto punto, parece que pierde un poco el hilo y no sabe cómo concluir. De hecho, lo que menos me ha gustado con diferencia es el final –el segundo final, en realidad, en esa obsesión por hacer coletillas de las coletillas en los guiones, donde El señor de los anillos: El retorno del rey se lleva la palma por derecho propio—.

He echado un poco de menos un toque más humorístico, un par de chistes a muy mala leche como los de sus películas predecesoras  que aquí habrían tenido cabida por el tono general de la trama; no ha sido esa su elección –aunque se tilde de comedia en algunos foros, cosa que, o bien mi sentido de humor va por otro lado, o no termino de comprender— y es respetable, pero es también una baza perdida, sobre todo cuando sabemos que es un punto fuerte que no le hubiera supuesto un esfuerzo extra.

Baby Driver es una película que se disfruta, que no va a dejar un poso demasiado duradero pero que sobrevivirá con cierta dignidad al tiempo y que se suma a esa colección de películas que pueden verse una y otra vez –aquí todo cae en los gustos personales, y seguro que todos tenéis una colección de «repetibles»— sin que dejen de hacernos pasar un rato agradable.

Y como no puede ser de otra forma, la banda sonora para terminar. A fin de cuentas, esto es lo más parecido a un musical de acción:

¿Habéis visto Baby Driver? ¿Qué os ha parecido? ¿Sois fans de Edgar Wright? Tenéis los comentarios a vuestra disposición. 

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