Viaje a Darjeeling (2007)

Aunque he empezado el reto Miyazaki y va para largo, me da pena pensar en que, cuando acabe con esta entrada, sólo me quedarán tres más para ver la filmografía completa como director de largometrajes de Wes Anderson —cuatro, si me decido a volver a ver Moonrise Kingdom para escribir algo aquí—. Bottle Rocket ya está de camino —¡Hola, Amazon!—. Al menos me queda el consuelo de que ha sido un tiempo invertido con deleite, relajación y lleno de sonrisas bobas.

Después quiero empezar con Lynch y claro, no será lo mismo, lo miremos desde el prisma que lo miremos.

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Francis, Peter y Jack son tres hermanos que se han ido distanciando con el paso del tiempo y ya ni siquiera se hablan. La muerte de su padre los reúne de nuevo y de ese reencuentro surge la necesidad de volver a estrechar los lazos familiares. Francis, el mayor, propone un viaje en tren por la India a bordo del Darjeeling Limited, la línea ferroviaría que recorre el país de un extremo al otro. Ya en el tren, comienzan las disputas verbales, e incluso físicas, y su comportamiento llega a tal extremo que son obligados a apearse del tren. A partir de entonces, abandonados a sus propios recursos, empieza para los tres un viaje que no habían previsto.

Ver la filmografía de Andersen en sentido inverso ayuda a descubrir que no siempre actuó de igual forma, aunque mantenga ese estilo de autor tan característico. Viaje a Darjeeling es probablemente su película que menos me ha gustado hasta el momento, lo que no quiere decir que no tenga grandes momentos o que no nos haga sentirnos partícipes de ese elenco de actores que, como siempre, muestran un repertorio casi robótico, carente de expresividad, donde qué se dice es más importante que cómo se dice.

Es sobre todo una road movie o película de carretera: tres hermanos con poco en común, alejados por el tiempo y que, tras la muerte de su padre, deciden emprender un viaje a instancias del mayor. Un viaje de descubrimiento donde Anderson nos explicará que eso no es algo que pueda programarse, que nos descubrimos al vivir la vida, al encontrarnos con situaciones atípicas y reaccionar ante ellas.

Frente a la variedad de colorido habitual en sus películas, aquí el ocre o amarillento son predominantes, ofrecen una sensación calurosa, cargada, hasta un punto exótica a bordo de este tren extraño, que se parece a todos los  trenes y sin embargo tiene un punto muy especial. Frente a los decorados artificiales que tanto gustan a Anderson, aquí todo parece más orgánico, más natural; frente a los planos en los que el escenario parece cortado por la mitad para ver sus entrañas, aquí tenemos, por ejemplo, el magnífico primer plano de Brody recorriendo todo el tren de cara a la cámara. Es el cine de Anderson y a la vez no lo es; le falta algo que irá definiendo en películas posteriores.

Viaje a Darjeeling es también una película con escasez de personajes en comparación a otras, con una única trama central, lo que agota en parte la fórmula y el guión: siendo habitual en él que los personajes no evolucionen demasiado, terminan por hacerse previsibles las situaciones que plantea. Aún así es imposible no cogerles cierto cariño a estos excéntricos perdidos: desde un obsesionado Wilson a un pasota Brody (el que más me ha gustado de los tres, en su primera película con el director), y un divertido y alocado Schwartzman como hermano pequeño que se deja mangonear por los otros dos y vive en su propio mundo.

La película viene precedida por Hotel Chevalier, un cortometraje que bien podría ir anexionado a la propia película y en el que introduce la situación de Schwartzman en el film, aunque prescindir de él tampoco da ningún problema:

El tren Darjeeling limited se mueve, pero no llega a ninguna parte; los personajes son los mismos al acabar el metraje, aunque hayan aprendido mucho de ellos mismos y de sus compañeros.

Mención aparte merece la aparición inicial —y en un plano final— de Bill Murray, que es capaz de absorber la escena y divertir sin decir una sola palabra; también interviene otra habitual de Anderson, Anjelica Huston, como madre ausente de los tres hermanos y que comparte con ellos una escena maravillosa.

No he sonreído tanto, no he disfrutado tanto como con otras de sus películas, pero aún así es Anderson y su peor película es mejor que las de otros muchos directores; merece la pena darle una oportunidad.

Me quedo con esta conversación que tal vez me tocó en el momento preciso:

—Creo que falta un poco para que cicatricen.
—Pero están en ello.
—En cualquier caso, seguro que te dan mucha personalidad. 

¿Habéis visto viaje a Darjeeling? ¿En qué posición la pondríais dentro de la filmografía de Anderson? Tenéis los comentarios a vuestra disposición. 

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