Nausicäa del Valle del viento (1984)

Como esta vez había prometido hacer las cosas bien y no ir a salto de mata, hoy vengo con la segunda entrega del #RetoMiyazaki —con hastag o etiqueta todo mola más, o eso dicen—. Más larga, más personal, más Miyazaki, pero todavía no Ghibli, aviso.

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En un futuro lejano, mil años después de una guerra de carácter apocalíptico, la Tierra aparece cubierta de bosques plagados de hongos venenosos y de insectos gigantescos. Los hombres han sido diezmados; los supervivientes viven en algunos poblados aislados y sobreviven a duras penas en las cercanías de un bosque contaminado con gases tóxicos e insectos mutantes gigantes, que cubren gran parte de la Tierra. Nausicaä es la princesa de El Valle de Viento, un reino minúsculo, rodeado de reinos más poderosos y hostiles. Es una guerrera que sabe pilotar naves, pero es también compasiva, tanto que se resiste a ver a los insectos como enemigos, sobre todo a los Ohms, artrópodos gigantescos y temibles por los que siente una extraña simpatía. La crisis estalla cuando el reino vecino de Tolmekia, encabezado por la princesa Kushana, invade El Valle del Viento.

Nausicaä (no sé de dónde sale la diéresis de la «a» en la traducción), deja ya entrever buena parte de lo que será el espíritu de Miyazaki. La película está basada en un manga del propio director, que comenzó a publicarse en el año 1983, un año antes de que se estrenara la película, y que acabaría varios años después, recopilado en seis tomos de unas ciento setenta páginas cada uno.

El estudio Ghibli no se fundaría hasta un año más tarde, pero ya están presentes todos los rasgos característicos de sus películas y buena parte de los colaboradores habituales, así que en las colecciones de DVD podréis encontrarla como si fuera propia del estudio.

Nausicaä es una película con un marcado carácter educativo que peca en algunos puntos de falta de claridad en el guión —en especial, en la relación entre los diferentes reinos— y en cierta rigidez de los personajes secundarios. Tampoco le hace ningún favor el poco presupuesto, que hace mella en la animación aunque ésta ya tenga un nivel de definición y de trabajo muy superior a trabajos anteriores, ni la música, demasiado ligada a la década de los ochenta y con claros matices electrónicos, que hoy en día suena anticuada y estropea el conjunto de la obra.

Como decía, Miyazaki ya deja claros sus objetivos de enseñanza a través de la película: establecer una relación sana con la naturaleza, respetarla, aprovechar sus recursos sin destruirla y garantizar su seguridad. Claro que, para eso, no ha tenido otra idea más que escoger bichos como elemento tractor —no llevo bien los  bichos—, defensores del mar de la putrefacción que se extiende por el planeta para hacer frente al alto nivel de contaminación ambiental. Un mar vegetal que, hay que decirlo, recuerda un poco a la estética de Avatar (o, más bien, Avatar recuerda a la estética de Nausicaä, si atentemos a fechas, del mismo modo que Teto, la ardilla-zorrito mascota de la princesa es el precedente clarísimo de un Pokemon o de cualquier otra criatura de fantasía digital de los noventa.

Muy diferente de los personajes femeninos de El castillo de Cagliostro es el de la princesa: aguerrida, decidida, con fuertes convicciones morales y la fortaleza para adherirse a ellas frente a cualquier enemigo que quiera destruir su pequeño país, sí es lo que podríamos llamar un ejemplo de feminismo, el primero de otros muchos que Miyazaki nos presentará. Es un personaje delicioso, que sufre, que recae y se repone, a quien no todo le sale bien y que piensa más en los demás (incluidos bichos) que en sí misma.

En contraste con ella, el resto de personajes son más arquetípicos, y se podían haber omitido en parte, reduciendo la duración del metraje que es de casi dos horas (bastante para una película de animación), porque es cierto que en ciertos momentos el interés decae. Por ejemplo, la aparición de un tercer país en conflicto podría haber sido salvada con facilidad y no aporta ningún extra al comportamiento de la protagonista.

Así que, salvando los comentarios del principio, damos por inaugurada oficialmente la etapa, esta vez sí, Miyazaki, con sus aparatos voladores, sus personajes femeninos y una fuerte presencia de la naturaleza. Muy disfrutable aunque aún un poco floja para lo que vendría después.

Para la próxima etapa, otro castillo. En esta ocasión, El castillo del cielo.

Otras películas de Miyazaki en el blog:

el castillo de cagliostro, lupin iii, miyazaki, acabo de salir del cine, poster
mi vecino totoro, gimbli, hayao miyazaki, acabo de salir del cine, poster

¿Os habéis animado a ver alguna de las películas de Miyazaki? ¿Cuál es vuestra favorita, de momento? Tenéis los comentarios a vuestra disposición. 

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