Asesinos natos (1994)

Qué ganas tenia de hablar de esta película. No en vano decidí que fuera una de mis películas de 2017. Pero tengo un secreto que contar: la primera vez que intenté ver esta película, no aguanté mucho más de veinte minutos. Sin embargo, en esta ocasión, no sólo me ha parecido corta, sino que he disfrutado cada escena con deleite.

Tal vez porque ahora está más de actualidad que cuando se estrenó.

asesinos natos, born natural killers, poster, acabo de salir del cine

Micky y Mallory, una pareja poco convencional de jovenes amantes, sienten que han nacido para matar: son dos despiadados criminales que tienen atemorizada a la población. El presentador de un programa sensacionalista decide aprovechar la fascinación que su personalidad ejerce sobre el público para convertir a los asesinos en héroes televisivos.

Siembra odio y amor a su paso. La han llamado «rentable engañabobos». Pero la historia original era de Quentin Tarantino y, para mí, eso significa que antes o después estaba obligado a verla. Sí, puede que Tarantino renegara de ella después de que la Warner Bros, que tenía los derechos del libreto, le ofreciera a Stone la oportunidad de dirigirla. Stone reescribió el guión, le quitó protagonista al reportero y lo centró en la pareja que interpretarían Woody Harrelson y Juliette Lewis.

Pero no nos engañemos: debajo de la forma chocante, vibrante y grotesca que Oliver Stone decidió aplicar a su película, y que me recuerda al estilo Easy Rider, pero más contenido y provocado, se respira un aire tarantinesco muy difícil de eliminar. La forma en que están diseñados los personajes, salvajes hasta límites difíciles de justificar, lo extremo de la acción, el carácter violento, sin sentido, que persigue el metraje, los personajes secundarios que toman las riendas en uno u otro momento sin dejarnos olvidar que hay historia más allá del marco principal… hasta los personajes de Tim Roth y Amanda Plummer en Pulp Fiction parecen copias de Harrelson y Lewis, como si se tratara de un guiño para marcar que los personajes son suyos, que puede hacer que aparezcan y desaparezcan a su antojo.

Puede que la idea de Stone fuera resaltar la historia de amor, pero ahora, más de veinte años después, no lo ha logrado: lo único que el espectador puede ver es lo predictiva que resulta la historia en una época en la que Internet sonaba a cosa rara y los niños no nacían con un móvil bajo el brazo. Ahí, su visión, ese contraste brutal de estilos, de colores, de planos ilógicos, cobra su sentido: es lo que nos somete a diario en televisión y en las redes, la misma estrategia que usan las campañas de marketing para atrapar nuestra atención durante un par de segundos, suficientes para lograr un clic en un botón de compra.

Entonces, un Robert Downey Jr. muy pasado de rosca era la encarnación del poder mediático, ese dios con minúscula que ensalza a inútiles y oculta a los sabios, que da la riqueza o hunde en la miseria, todo a cambio de un porcentaje de share (y algún que otro contrato publicitario).

De todo esto deja fiel reflejo Asesinos natos. No del desequilibrio de una generación que se cree con derecho a todo, a reclamar lo que es suyo sin habérselo ganado. También la han definido como «un juego de violencia», como si eso estuviera fuera de lugar ahora mismo: es lo que inunda nuestro día a día, palizas sin sentido, abusos humanos, maltrato animal… todo enfocado por quien lo comete como un juego sin consecuencias, un derecho adquirido por quién sabe qué.

Cuando escribió el guión, Stone supo ver lo que se avecinaba. En ese momento estaban al día en las televisiones una colección de sonados casos criminales, que se mediatizaron hasta límites insospechados (entonces, porque ahora, con las redes sociales, es difícil prever cuál hubiera sido el impacto mediático total): el juicio de O.J. Simpson, el caso de Tonya Harding y Nancy Kerrigan, la paliza a Rodney King y la masacre de la secta de los davidianos en Texas después de un largo asedio policial.

Fragmentos de dibujos animados, una comedia de situación, un falso documental… en Asesinos Natos se mezclan, como si la película estuviera gobernada por un camello de LSD, géneros y texturas sin orden ni control. Pantallas verdes de gafas nocturnas suceden a planos de paisajes en blanco y negro; un escenario confuso donde los personajes, psicópatas, obsesos, carroñeros, violentos, siempre enojados, se enfrentan a la vida bajo la atenta mirada de un Oliver Stone tal vez un poco blando con ellos. Otro hubiera sido el final si Tarantino la hubiera dirigido.

¿Dedos arriba o dedos abajo? ¿Os gustó Asesinos natos u os parece una bazofia sin control? Caldead el ambiente en los comentarios. 

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