Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (1922)

Alegrías que te da la vida: CineClubFas proyecta Nosferatu, de Murnau, con música en directo interpretada por el pianista Javier Pérez de Azpeitia y presentación a cargo de Luciano Berriatua, experto en el cine de Murnau. Voy corriendo, no vaya a ser que me quiten el sitio (un poco iluso el comentario, pero diré que la sala estaba bastante llena). Una oportunidad maravillosa. Ahora me alegro muchísimo de no haber visto la copia que me descargué hace años y que tiene una pinta horrible y a la que seguro le falta metraje por todas partes.

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No te quiero engañar. Nosferatu es la historia de Drácula, de Bram Stoker, sólo que como no tenía los derechos, el estudio de Murnau se planteó hacer la cobra y contar la misma historia pero cambiando los nombres de los personajes: Drácula se cambió por  Nosferatu,  el conde Drácula es aquí el conde Orlok, Harker es Hutter, Mina es Ellen y la Inglaterra victoriana es la ciudad de Viborg ―o de Bremen en la versión francesa, así como también en la inglesa―. Pero la viuda de Stoker no tenía un pelo de tonta (tampoco es que hiciera falta, la imitación salta a la vista) y les demandó, ganando el juicio que condenaba al estudio a destruir todas las copias.

Por esto de guárdame aquí esta cajita que ya me pasaré a buscarla un día, pero no se lo digas a nadie, unas cuantas de esas copias sobrevivieron, fueron copiadas con mayor o menor fortuna (mala calidad, faltaban planos…) y sobrevivieron hasta nuestros días como un gran exponente del impresionismo alemán. Cosa de la que nos alegramos. La viuda de Stoker, por otra parte, podría haber pedido un pastizal, que es lo que se hace ahora.

Para ver Nosferatu —al igual que para ver To be or not to be— ya te aviso que es necesario que te pongas en situación: imagínate que estás viviendo en un mundo sin efectos especiales, donde el crujir de las vigas te provoca escalofríos y pesadillas porque nadie te ha explicado nada sobre la dilatación y contracción de la madera en función de la temperatura y la humedad; en un mundo donde los monstruos se refugian en tu mente porque tus padres y tus abuelos tienen miedo de lo desconocido y quieren implantar no sé bien qué tipo de actitud precavida en ti, aunque lo único que logran es que pases una semana con ojeras por no dormir en condiciones.

Si no consigues mentalizarte de esta manera, lo único que verás son planos mal enfocados, grabados en blanco y negro y tintados después de amarillo, naranja, rosa o azul —en función del momento del día o de la noche que quieran representar—, unas actuaciones ridículas, falsas e histriónicas que hoy en día darían bastante pena y unos efectos especiales que se limitan a la técnica de stop motion. Mal usada, por cierto. ¡Ah! También verás que hacen pasar una hiena por un hombre lobo. Deduzco que las hienas no eran animales muy conocidos en 1922.

Pero la historia está ahí y la falta de medios no puede obviarla. Como bien se encargó de señalar Luciano Berriatua, el metraje refleja simbolismos de todo tipo, en especial de carácter ocultista, traídos con el disimulo de quien sabe lo que se hace. Hay referencias a la vida y a la muerte, al alma, a la transubstanciación, a las clases sociales… Un poco de todo, como en botica. Si el libro de Stoker es un referente en la literatura, esta película lo es en la historia del cine, y como tal es de visitando obligatorio. ¡Cómo vamos a saber dónde vamos si no tenemos ni idea sobre de dónde venimos!

Para terminar, un aplauso inmenso para Javier Pérez de Azpeitia por la parte musical y por acabar con una sudada monumental (son noventa y cinco minutos sin parar de aporrear con arte el piano), y decir que el final de la película difiere algo de la historia narrada en el libro. Por si así os entra más curiosidad.

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