Las vírgenes suicidas (1999)

Películas con hype. Lo que quiera que eso signifique. Películas que «tienes que haber visto». Y yo me pregunto: ¿cuáles no tendría que haber visto? ¿Cuándo he perdido dos horas de mi vida viendo una porquería en lugar de, tal vez, otra porquería mejor vista por la sociedad? Con lo maravilloso que es a veces ver bodrios.

Pero venga, lo admito: tendría que haber visto antes Las vírgenes suicidas.

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A mediados de los 70, en un barrio residencial de una ciudad americana vive en perfecta armonía la familia Lisbon. Todos los chicos suspiran por las cinco hermosas hermanas Lisbon. Sin embargo, ese paraíso se desmorona cuando Cecilia, la menor, se suicida a los doce años. ¿Cómo puede convivir la belleza más pura con una macabra historia adolescente? Ésta es la pregunta que persigue a uno de aquellos adolescentes que, ya en su madurez, aún no ha podido olvidar los sucesos ocurridos veinte años antes.

Vi la película y me dije: Aquí hay huecos por rellenar. Voy a leer el libro. Así que leí el libro de Jeffrey Eugenides (lo he reseñado aquí) y me dije: ¿No contaban algo más en la película? Y en ambos casos estaba en lo cierto: Las vírgenes suicidas es una historia sin completar. Tal vez ahí resida parte del misterio, del encanto: una niña se suicida y nadie consigue descubrir por qué, qué hace de una preadolescente un ser tan insatisfecho como para que decida acabar con su vida. Las culpas se reparten pero nadie se hace responsable: ¿una madre excesivamente controladora, temerosa de dios y con un fuerte sentimiento religioso? ¿Una familia en la que las cinco hermanas son tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo que forman una masa, una amalgama indisoluble –de ahí tal vez el final—? ¿Una sociedad que está en pleno cambio, en un barrio donde las tradiciones van a desaparecer acosadas por la modernidad? Todo y nada. Las vírgenes suicidas es una historia sobre los pequeños cambios y los grandes aspectos inmutables de la humanidad. Es una historia sobre lo difícil que es, a veces, ser adolescente, pero también sobre lo complicado que resulta el cambio generacional y de las condiciones socioeconómicas de una sociedad.

Como sucedía con Lost in translation (una de mis películas favoritas, a las que siempre saco lecturas nuevas en cada revisión), la ópera prima de Sofia Coppola está bañada por unas formas suaves, dulces, un aspecto incluso inocente que oculta un tema complicado, agrio, que incomoda al espectador que va más allá de las apariencias. ¿qué puede haber más intrascendente, visto desde la etapa adulta, que un baile escolar? Pero, ¿qué puede ser más importante que eso para una joven que lo vive por primera vez? Sofía Coppola juega a llevar a la pantalla esa sensación agridulce, bañada por un filtro de luz mortecina y cubierta por la maravillosa banda sonora de los franceses de Air (que se puede escuchar al margen de la película y no desmerece lo más mínimo).

Lo más curioso de la película (como sucede en el libro) es el punto de vista: nunca entramos en la mente de las hermanas sino que las vemos a través del espejo de los demás, hasta un punto en que, a veces, parece que nos enfrentamos a un falso documental. La obra de Coppola no es perfecta, pero destila una pureza y una suciedad en forma y fondo que es difícil no dejarse atrapar por su encanto.

¿Habéis visto Las vírgenes suicidas? ¿Qué opinión os merecen? ¿Es vuestra película de Sofia Coppola favorita?

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