Personal Shopper (2016)

Celebremos que esta semana sí me he podido acercar a una sala de cine, que ha sido una sala respetuosa —de hecho, creo que éramos los únicos que llevaban algo de picar pero tranquilos, nos lo comimos antes de que empezara la película– y de que, encima, salimos satisfechos y felices de la sala con la elección.

No se puede pedir más.

personal shopper, acabo de salir del cine, poster Maureen, una joven estadounidense en París, se hace cargo del guardarropa de una celebridad. Aunque no le gusta su trabajo, es lo único que encontró para su pagar su estancia mientras espera una manifestación del espíritu de Lewis, su hermano gemelo desaparecido hace poco. Maureen comienza entonces a recibir en su móvil extraños mensajes anónimos.

Yo ya lo veía venir, pero aquí lo confirmo: Kirsten Stewart va a más a pasos agigantados como actriz. Eso sí, tienen que ser papeles en los que encaje bien, como en el de Personal Shopper donde, y eso es así, recae sobre ella el cien por cien de la película. Está en todos y cada uno de los planos —igual exagero, pero casi—. Se ha convertido en una habitual del blog — la podéis ver aquí y aquí— y tengo por ahí un par de películas más en las que actúa por ver.

Personal Shopper es una película de difícil encaje: ¿de qué va? ¿En qué género la meto? Ni idea. Por un lado, tenemos el drama de una mujer que sobrevive en París trabajando como asistente  de una famosa a la que no ve. Le escoge la ropa, le hace recados y da la cara por ella. Un mundo de lujo que contrasta con su propio aspecto: siempre vestida con deportivas y jerseys amplios que la ocultan a la mirada de los demás, siempre anhelando poder usar esa ropa que bajo ningún pretexto debe tocar. Stewart es un puente, un pasadizo entre el mundo del común de los mortales y el del lujo, el de aquellos que pueden gastar miles de dólares por poco más que una gasa.

Tal vez de eso vaya la película: de puentes. Porque Stewart tiene un doble papel. A su trabajo diurno, que odia y desprecia, se une una segunda faceta: la de médium. La razón de que esté en París es tratar de contactar con su hermano fallecido. Aquí nos movemos del drama —o al menos lo dejamos de lado en su vertiente más pura— para caer en las películas de fantasmas, de entes o de energías. Algo que ni ella misma se cree, que explica con el convencimiento de que la van a considerar una loca. Algo que se acrecienta cuando empieza a recibir mensajes al móvil que dan a entender que un «espíritu» se comunica con ella por esa vía.

Interesante el uso de las nuevas tecnologías y su incorporación al metraje de forma natural y no forzada. Hubiera preferido que los mensajes no se leyeran en voz alta —tal vez en versión original no se hace, y sólo es así en la doblada— y se sustituyera la voz por subtítulos, en caso de ser necesarios.

También llama la atención las referencias culturales que gotean por aquí y por allá durante casi todo el metraje —de nuevo, una forma muy inteligente de aclarar el tema es recurrir a la tecnología—. Cabe reflexionar si, en una película concebida y filmada en otros países, esas referencias serían aceptadas. No olvidemos que en muchas películas estadounidenses, decir una palabra en latín se considera lo más de lo más.

Stewart se mueve todo el tiempo entre la fragilidad más absoluta y la fortaleza de carácter pero sin perder su esencia. Quien sí la pierde es tal vez el director, que no termina de saber dónde se encamina la historia y cómo conectar ambos mundos, y termina por darle un final que, si bien no es malo, deja la sensación de que no había otra salida más digna que esa.

Así que, con ganas de volver a verla en versión original —qué difícil de lograr y qué ventaja adquieren aquí las plataformas de vídeo VOD, mal que a muchos les pese— es una película que recomiendo si queréis ver algo diferente y que se aleje de vuestro escenario habitual sin llegar a caer en la más absoluta extrañeza.

¿Habéis visto Personal Shopper? ¿En qué género la encuadraríais? ¿Qué os parece el trabajo de Stewart? Tenéis los comentarios a vuestra disposición. 

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